Moda y Colonialismo
Por Coca Ruiz
Sustainable & Ethical Fashion
Designer + Consultant
Parsons School of Design
https://cocaruiz.com
@cocaruiz
“En la nueva mención Moda & Gestión de la Universidad del Desarrollo, Coca Ruiz aparece como Consultora Experta en Sostenibilidad. Esta diseñadora chilena estudió en la Universidad Diego Portales y luego se especializó en moda y sostenibilidad en Parsons School of Design en NYC ciudad en la que vivió algunos años y visita cada temporada para actualizar conocimientos e impregnarse de una ciudad que ama y conoce bien. Mirando el trabajo de diferentes escuelas de Diseño, Coca es todo un referente, algo que la ha llevado a trabajar como directora de arte y consultora para diferentes marcas en Santiago, Buenos Aires y Nueva York”.
Por Javiera Amengual, Directora Franca Magazine
La industria de la moda, es uno de los sectores que más problemas sociales y ambientales genera. A esta problemática debemos sumar la utilización de rutas comerciales idénticas a los itinerarios coloniales instalados en el siglo XVI.
Hace un tiempo y como parte de mis estudios en Moda Sostenible en NYC, conocí a Céline Semaan investigadora y diseñadora neoyorquina de origen libanés, cofundadora y directora ejecutiva de Slow Factory Foundation, una organización de educación, investigación, defensa y empoderamiento que promueve el cambio sistémico hacia sistemas sociales y ambientales regenerativos.
Con el objetivo de continuar imaginando y diseñando creativamente sistemas regenerativos para la moda, expondré a continuación algunos puntos de la conversación que sin duda ayudan a entender de un modo simple laintersección propuesta entre moda y colonialismo.
Contexto actual
A un año de que el Covid-19 llegara a nuestro país, la economía mundial sigueen jaque, la industria de la moda tal y como la conocíamos antes de la pandemia ha sido una de las más perjudicadas, llegando a ser necesario un nuevo planteamiento del sector. Este escenario ha servido para evidenciar los problemas sociales y ambientales que genera la industria textil, principalmente el abuso hacia los trabajadores, la explotación de los recursos naturales y la contaminación.
Según New York Times, más del 60% del personal corporativo y minorista de Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia ha sido despedido a consecuencia de la pandemia. De este modo, una situación como esta aclara que, cuando los sistemas capitalistas colapsan, los sistemas sostenibles son los únicos que pueden otorgar una salida.
Y es que, los métodos comerciales implementados en la industria, han sido siempre inestables y, en muchas ocasiones, inhumanos.
Agenda social
Desde sus orígenes, este sector se ha aprovechado de los países más vulnerables, explotando sus recursos materiales y su mano de obra. Algo así solo confirma que, aunque pueda parecer impactante, la esclavitud siempre ha formado parte del mundo moderno. En esta línea, Semaan afirma que, “Tal vez con excepción de los pueblos originarios americanos, todos somos refugiados”.
Pero este es solo un ejemplo más de las condiciones injustas e inseguras a las que los trabajadores deben hacer frente en la industria de la moda.
Activismo
“A través de la moda la gente se une y a través del estilo podemos crear un movimiento global”. Afirma Céline. Y es precisamente en esta línea que Fashionista medio norteamericano especializado en moda reporta en el año
2018 que “El informe de 2018 del Índice Global de Esclavitud, publicado por la Fundación Walk Free, establece que los países del G20 importan 127,7 mil millones de dólares (108,02 mil millones de euros) en prendas que corren el riesgo de incluir la esclavitud moderna en su cadena de suministro”. Representando este grupo de naciones el 80% del comercio mundial.
De este modo se confirma que el Fast Fashion (moda rápida) está intrínsecamente ligado al colonialismo y que además utiliza rutas comerciales idénticas a los itinerarios coloniales creados en el siglo XVI.
En el año 2017, la Fundación Ellen Macarthur, líder en Economía Circular en su informe “One Garbage Truck of Textiles Wasted Every Second” reveló que, cada segundo, se tira a vertederos o se quema el equivalente a un camión de basura de textiles, mientras que cada año se pierden aproximadamente 500 mil millones de dólares (422,62 mil millones de euros) debido a la ropa que apenas se usa y rara vez se recicla.
Slow Fashion
Esa es parte de la problemática que impulsó a Céline a fundar Slow Factory. La compañía se inscribe dentro de la tendencia del Slow Fashion, que busca consolidarse como la respuesta al fenómeno del Fast Fashion. Esta tendencia surge como una alternativa sostenible para la manufactura de vestimenta, desde el uso de materiales reciclables hasta la fabricación de prendas de calidad que tengan una mayor duración que muchas de las prendas que vemos en el mercado. Recordemos además que el movimiento busca generar consciencia sobre los abusos que sufren los trabajadores que hacen nuestra ropa en otras partes del mundo. Salarios de hambre, malos tratos y una falta absoluta de derechos laborales.
Oportunidad
Para cambiar esta realidad, no basta con ser más conscientes a la hora de consumir, aunque es necesario, ya que reduce las emisiones de carbono, no resuelve los sistemas de opresión. Si de verdad queremos acabar con el colonialismo en moda debemos transformar el sistema. Y, aunque no es suficiente, la transparencia es el primer paso para reformar una industria basada en valores imperialistas y explotación.
Por ello, se deben abordar estos problemas a escala global e involucrando no solo a otras industrias sino principalmente legislaturas y administraciones que ayuden a configurar un nuevo sistema ético y sostenible.
Quizás ahora, tras la crisis de la Covid-19, sea el momento de llevar a cabo un cambio real para la industria de la moda.
Para seguir profundizando en esta problemática:
Varios autores, Fashion and Postcolonial Critique, Series of the Academy of Fine Arts Vienna, vol. 22 2019