Nóveles 

NYC 11- S, 2001: El presidente Georges W. Bush instó en ese mismo momento a los estadounidenses a salir de compras para reactivar la economía. Ese mismo mandato funcionó en pleno receso económico, después de la caída de Lehman Brothers el 2008. Hoy, debido a la cuarentena, hemos vuelto a escuchar eso de “salir a reactivar la economía” pero por “razones estrictas de salud” no podemos hacerlo.

Y definitivamente en la era de la moda sostenible, tampoco sería la solución.

Pero, ¿cuál es?

A causa de la crisis sanitaria global, las firmas de lujo como Burberry, Gucci y Prada entre otras, comunicaron al inicio de la pandemia por coronavirus que suspendían sus próximos desfiles.

La Cámara Sindical de la Alta Costura de París, anunció en el mes de abril que cancelaba la semana de la Alta Costura de esa ciudad y la pasarela masculina, agendadas para julio y junio 2020 respectivamente.

Hace un par de semanas el Grupo Neiman Marcus propietario de los almacenes de lujo Bergdorf Goodman ubicados en Midtown Manhattan y del portal de compras online Mytheresa hacía público su pésimo estado financiero.

Por otra parte desde 2000 el fast fashion nos hizo creer que la inmediatez determinaba las tendencias de la moda, pero lo cierto es que la mayor parte de la industria es largoplacista y, en el caso de las firmas que no pertenecen a grandes grupos, la colección primavera-verano financia a la colección otoño-invierno.

Si además consideramos en este análisis la cadena de calor, debemos saber que si bien la recogida de material, la puesta en marcha de la producción, las ventas a distribuidores y las estrategias de comunicación son fases invisibles para los consumidores, todas estas etapas se gestan de seis meses a un año y medio antes de que los productos salgan al mercado y puedan ser adquiridos. Por lo mismo, el impacto económico y social del coronavirus perjudicará los próximos meses y se extenderá, sin duda, por más de un año.

Rosella López, vicepresidenta de Cushnie, firma de prendas de lujo ready to wear con sede en New York, indicaba al inicio de la pandemia que la próxima colección que podría ver la luz es la correspondiente a primavera-verano 2021 pero si somos fieles al calendario de la moda, ésta tendría que estar terminada y presentarse en octubre de este año, por ahora el avance de los acontecimientos no favorece esa posibilidad y seguramente tampoco volveremos a ser fieles al calendario tradicional de la moda.

 

NYC 9/11, 2001: President Georges W. Bush at the same time urged Americans to go shopping to revive the economy. That same mandate functioned in the middle of the economic recession, after the fall of Lehman Brothers in 2008. Today, due to the quarantine, we have heard again that “go out to reactivate the economy” but for “strict health reasons” we cannot do it.

And definitely in the era of sustainable fashion, it wouldn’t be the solution either.

But which ones?

Due to the global health crisis, luxury firms such as Burberry, Gucci and Prada among others, announced at the beginning of the coronavirus pandemic that they were suspending their next shows.

The Trade Union Chamber of Haute Couture in Paris announced in April that it was canceling the Haute Couture week and the men’s catwalk, scheduled for June and July 2020 respectively.

A couple of weeks ago, the Neiman Marcus Group, owner of the Bergdorf Goodman luxury stores located in Midtown Manhattan and the online shopping portal Mytheresa, made public its terrible financial condition.

On the other hand, since 2000 fast fashion made us believe that immediacy determined fashion trends, but the truth is that most of the industry is long-term and, in case of firms that do not belong to large groups, the spring-summer collection finances the autumn-winter collection.

If we also consider the value chain in this analysis, we must know that although the collection of material, the start-up of production, sales to distributors and communication strategies are invisible phases for consumers, all these stages are gestated six months to a year and a half before the products go on the market and can be purchased. For this reason, the economic and social impact of the coronavirus will harm the coming months and will undoubtedly extend for more than a year.

Rosella López, vice president of Cushnie, a luxury ready-to-wear clothing firm based in New York, indicated at the beginning of the pandemic that the next collection that could see the light is the one corresponding to spring-summer 2021, but we are faithful to the calendar of fashion, it would have to be finished and presented in October of this year, for now the advance of events does not favor that possibility and surely we will not be faithful to the traditional fashion calendar either.

NYC

Por el momento, mientras las cabezas de la cúspide de la pirámide de la industria de la moda piensan en posibles planes de acción teniendo en cuenta la incertidumbre total; el CFDA (Council of Fashion Designers of America) organización sin fines de lucro que reúne a más de 500 profesionales de la industria de la moda norteamericana, ha activado el proyecto de recaudación de fondos llamado A Common Thread, desde su plataforma online, cualquier persona que lo desee puede donar desde 5 dólares, como ofrecen al acceder al sitio, hasta 10 millones como lo hizo recientemente la fundación Ralph Lauren.

Asimismo, la moda no ha sido ajena a la oleada global de solidaridad, con firmas poniendo sus talleres a disposición para la elaboración de material sanitario; es reconocido el caso del grupo multinacional Inditex que puso a disposición su enorme músculo logístico en China para proveer de mascarillas e indumentaria para la salud a su país, en plena crisis.

En paralelo, se teoriza sobre un inminente cambio en la industria, incluso para quienes se resistían a revisar sus procesos a consecuencia de la emergencia climática.

Sin embargo, el contexto actual genera dos reacciones muy distintas. Rosella, que trabaja desde hace casi veinte años en el sector de la moda y los negocios con base de operaciones en Nueva York, analiza: “Entre mis círculos profesionales observo un 50% de personas que desean que todo vuelva a la normalidad y el otro 50% es de quienes esperan que esto traiga un nuevo paradigma”.


NYC

For the moment, while the heads of the top of the pyramid of the fashion industry think about possible plans of action taking into account the total uncertainty; The CFDA (Council of Fashion Designers of America) non-profit organization that brings together more than 500 professionals from the North American fashion industry, has activated the fundraising project called A Common Thread, from its online platform, anyone You can donate from $ 5, as offered by accessing the site, to $ 10 million, as the Ralph Lauren Foundation recently did. Likewise, fashion has not been immune to the global wave of solidarity, with firms making their workshops available for the production of sanitary material; The case of the multinational group Inditex is recognized, which made its enormous logistics muscle available in China to provide masks and health clothing to its country, in the midst of crisis. In parallel, it is theorized about an imminent change in the industry, even for those who were reluctant to review their processes as a result of the climate emergency.

However, the current context generates two very different reactions. Rosella, who has been working in the fashion and business sector based in New York for almost twenty years, analyzes: “Among my professional circles I observe 50% of people who want everything to return to normal and the other 50% are of those who hope that this will bring a new paradigm ”.


Santiago

Volvamos a Chile, como está ocurriendo en tantas dimensiones, la crisis del coronavirus puede verse como una oportunidad definitiva de ejercer la autocrítica. La moda tiene que cambiar. Compramos demasiadas prendas, demasiados productos, tenemos demasiada tensión por adquirir, y claro, las redes sociales han añadido más presión.

Desde mi perspectiva estamos todos un poco exhaustos, tanto las marcas locales como el retail tienen que detenerse a pensar qué valores quieren transmitir desde la cultura, la producción y también desde el consumo, ¿qué es lo que queremos para las nuevas generaciones y cómo vamos a ser más eficientes a partir de ahora?

El cambio está en manos precisamente de las nuevas generaciones; diseñadores nóveles que optimizarán las colecciones anuales y se acercarán genuinamente a la gestión circular, la recuperación textil, los servicios de arriendo y el upcycling entre otras vías de sostenibilidad.

En esta misma línea la plataforma global de análisis de negocios y moda Business of Fashion reflexionaba hace poco sobre la sensación de hartazgo y saturación imperante. Rosella menciona las declaraciones de Phillip Lim, diseñador estadounidense de ascendencia china, quién a finales de enero pasado comunicaba que se bajaba del calendario de desfiles de septiembre para “tomarse un momento para respirar y pensar, de nuevo, en el acto de la creación placentera”.

Precisamente, tanto Cushnie como Phillip Lim son dos firmas que contribuyeron al resurgir de la moda made in USA tras la crisis derivada del 11-S. A consecuencia de los atentados del 2001, las grandes marcas estadounidenses deslocalizaron su producción, de este modo las fábricas textiles de la Gran Manzana se quedaron vacías o sin trabajo. ¿La solución? Invertir en el futuro, en los diseñadores jóvenes.

Anna Wintour, directora de la edición estadounidense de Vogue, y la diseñadora Diane Von Furstenberg crearon el CFDA / Vogue Fashion Fund para apoyar a los nuevos talentos del país.

De ahí salieron los famosos premios de diseño y toda una generación de creadores que acababan de dejar la escuela y que incluía a nombres como Cushnie, Joseph Altuzurra o Rosie Assoulin. La alcaldía de Nueva York entregó ayuda al Garment District y, de ese modo, pequeñas marcas podían producir en sus talleres sin tener gran presión sobre pedidos mínimos.


Santiago

Let’s go back to Chile, as it is happening in so many dimensions, the coronavirus crisis can be seen as a definitive opportunity to exercise self-criticism. Fashion has to be changed. We buy too many clothes, too many products, we have too much tension to buy, and of course, social networks have added more pressure.

From my perspective we are all a bit exhausted, both local brands and retail have to stop to think about what values they want to transmit from culture, production and also from consumption, what do we want for the new generations and how are we doing? to be more efficient from now on?

The change precisely is in the hands of the new generations; young designers who will optimize the annual collections and genuinely approach circular management, textile recovery, rental services and upcycling among other ways of sustainability.

Along these same lines, the global platform for business and fashion analysis Business of Fashion recently reflected on the prevailing feeling of satiety and saturation. Rosella mentions the statements of Phillip Lim, an American designer of Chinese descent, who at the end of last January reported that he was getting off the September catwalk calendar to “take a moment to breathe and think, again, in the act of pleasurable creation ”.

Indeed, both Cushnie and Phillip Lim are two firms that contributed to the resurgence of fashion made in the USA after the crisis arising from 9/11. As a result of the attacks of 2001, the big American brands relocated their production, thus the textile factories of the Big Apple were left empty or without work. The solution? Invest in the future, in young designers.

Anna Wintour, director of the American edition of Vogue, and designer Diane Von Furstenberg created the CFDA / Vogue Fashion Fund to support new talents in the country.

From there came the famous design awards and a whole generation of creators who had just left school and that included names like Cushnie, Joseph Altuzurra or Rosie Assoulin. The New York City Hall gave aid to the Garment District, so small brands could produce in their shops without having great pressure on minimum orders.


Una clave

Los grandes almacenes tipo retailers cedieron plantas enteras para apoyar a la generación que rescataría a la moda nacional. Esta fórmula basada en la unión hace la fuerza se mantuvo incluso luego de la recesión de 2008.

Diseñadores como Alexander Wang y marcas como Proenza Schouler inspiraron a toda una generación de creativos que no tenía miedo a los dictados de Wall Street y que había crecido con una idea global, inclusiva y transversal de la moda.

Las plataformas .com aportaron mucha fuerza, pudiendo hacer despegar cualquier talento de inmediato. De pronto, si Net-a- Porter te compraba, estabas declaradamente visible en todo el mundo.

Por eso, este tiempo de tregua en el contexto local puede verse como una oportunidad para repensar las prioridades y el funcionamiento de nuestra industria, sujeta desde mi punto de vista a un sistema interdependiente, que incluya estratégicamente a los grandes retailers y los pequeños diseñadores independientes.

Hay que pensar en otras formas de hacer moda y en esta columna se han declarado varias que hoy más que nunca se deberían considerar.

La moda que viene tiene que ser sostenible en todos los sentidos y, en mi opinión, aportar algo más de racionalidad y eficiencia en su cadena de valor.

Si volvemos a mirar las dos crisis que preceden al mercado de la moda estadounidense, la fórmula a extraer es la de la unidad. Que todas las partes implicadas de la industria se unan.

En pleno 2020, no es difícil: el #MeToo y la emergencia medioambiental entre otras causas, han construido el camino en los últimos años, dando lugar a alianzas antes muy difíciles de imaginar. Acuerdos entre quienes, supuestamente, eran competidores y que hoy tienen la oportunidad de aliarse en pos de la tan anhelada recuperación económica y de paso aportar en la construcción de identidad local para la moda.


A key

The department stores type retailers gave entire plants to support the generation that would rescue the national fashion. This unity is strength formula held true even after the 2008 recession.

Designers like Alexander Wang and brands like Proenza Schouler inspired a whole generation of creatives who were not afraid of the dictates of Wall Street and who had grown up with a global, inclusive and transversal idea of fashion.

The .com platforms brought a lot of strength, being able to take off any talent immediately. Suddenly, if Net-a-Porter bought you, you were clearly visible all over the world.

Therefore, this time of truce in the local context can be seen as an opportunity to rethink the priorities and the functioning of our industry, subject from my point of view to an interdependent system, which strategically includes large retailers and small independent designers.

You have to think about other ways of making fashion and in this column several have been declared that today, more than ever, it should be considered.

The coming fashion has to be sustainable in every way and, in my opinion, bring a little more rationality and efficiency to its value chain.

If we look back at the two crises that precede the US fashion market, the formula to extract is that of unity. Get all the industry stakeholders together.

In the middle of 2020, it is not difficult: the #MeToo and the environmental emergency, among other causes, have paved the way in recent years, giving rise to alliances that were previously very difficult to imagine. Agreements between those who, supposedly, were competitors and who today have the opportunity to join forces in pursuit of the long-awaited economic recovery and incidentally contribute to the construction of local identity for fashion.

 

Links de interés:

/BUSINESS OF FASHION https://www.businessoffashion.com

/ CFDA. The Council of Fashion Designers of America, Inc.

https://cfda.com

/ CUSHNIE

https://www.cushnie.com

/ PHILLIP LIM https://www.31philliplim.com/cl/